Dicen que está en su mejor momento, allá voy.
Restaurante creativo de cocina nikkei, apetece con solo decirlo.
Sala muy actual, algo fría para mi gusto. Blancos, madera y minimalismo.
Ocupo espacio en la barra, demasiado baja.
No hay manteles, servilletas de hilo, palillos y copas idóneas.
La carta habla de esa cocina y de la creatividad del chef, pero para conocer esta casa en profundidad hay que pedir el menú Omakase (75 €). Y así hice, claro.
El agua es filtrada y no se cobra, ¡qué cunda el ejemplo!
La carta de vinos es interesante y adecuada a lo sólido. Solicité probar varios vinos y se esforzaron por agradarme. La fiesta consistió en Fino en rama Arroyuelo (D.O. Jerez-Xéres-Sherry), Manzanilla Barbiana (D.O. Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda), Javier Sanz VDulce de Invierno 2014 (D.O. Rueda), Ayala Brut Majeur (Champagne A.O.C.), Tardieu-Laurent Côtes du Rhône Les becs fins Blanc 2014 (Côtes du Rhône A.O.C.), Amontillado Fino Fossi (D.O. Jerez-Xéres-Sherry), Palo cortado Lagar Blanco (D.O. Montilla-Moriles), Barbeito Boal Reserva 5 años (D.O.P. Madeira). Apostaron por armonías valientes y por vinos poco habituales, lo aplaudo. Los disfruté todos.
Comí:
-Ceviche de ostra (con ponzu y rocoto, inconmensurable preparación)
-Albóndigas de pescado con quinoa y curry (sabrosas, muy buena salsa)
-Inchicapi (crema de cacahuete y maíz con un caldo de gallina, de esos platos que hablan de un territorio, en este caso de la selva amazónica peruana)
-Gyoza de rabo de toro (con mandarina y ají charapita, masa ligera que encierra un guiso espectacular, bocado de los que dejan huella, de lo mejor que he comido nunca)
-Anticucho de molleja de cordero sobre hoja de shiso en tempura (con salsa de choclo, tan curioso como adictivo)
-Carpaccio de carabinero con aguadito (y patitas de pulpo, maravillosos textura y sabor del marisco y genial aliño que agranda el conjunto, platazo)
-Tallarines de calamar con salsa de lomo saltado (muy agradable y equilibrado)
-Caballa en escabeche (con miel y aceituna de botijo, como un tiradito, de escándalo, mucho matiz dulce y ácido bien integrado)
-Gunkan de vieiras al ají amarillo (delicadísimo, para comer decenas)
-Nigiri de lubina con codorniz escabechada (sorprendente y acertada combinación)
-Nigiri de cobia (gran nivel de nuevo)
-Nigiri de pez mantequilla con adobo de anticucho (fantástico, técnica y criterio)
-Nigiri de toro con papada ibérica (inenarrable contundencia, quizá el mejor de esta fase aunque todo luce)
-Corvina con salsa tibia de ají amarillo (como un ceviche templado, con mejillones y choclo, óptimo punto de un fabuloso pescado, disfruté mucho)
-Cochinillo con salsa de lulo y cítricos (convincente, la frescura de los acompañamientos redondea el principal)
-Alegoría de la cerveza (complejo, sobresaliente el helado de ajo negro y algo menos atinado el resto)
Buen café para acabar.
El personal se mostró amable y capaz, fui atendido por dos grandes profesionales. Eso sí, vi más irregularidad de la que uno espera en un sitio como este.
El precio final se fue a los 100 € y lo veo bien.
Altísima calidad de la materia prima y preocupación por ofrecer productos peruanos, unidos al mimo y a la creatividad, ofrecen un resultado notable. Luis Arévalo ha conseguido uno de los menús más interesantes de Madrid con esas premisas.
Parece evidente que llegarán premios y se llenarán salas, hay medios para esos fines.
Estos platos transmiten, llegan. Perú, Japón y la identidad del chef y su equipo, lo demás es lo de menos.
El talento es el camino.
Restaurante creativo de cocina nikkei, apetece con solo decirlo.
Sala muy actual, algo fría para mi gusto. Blancos, madera y minimalismo.
Ocupo espacio en la barra, demasiado baja.
No hay manteles, servilletas de hilo, palillos y copas idóneas.
La carta habla de esa cocina y de la creatividad del chef, pero para conocer esta casa en profundidad hay que pedir el menú Omakase (75 €). Y así hice, claro.
El agua es filtrada y no se cobra, ¡qué cunda el ejemplo!
La carta de vinos es interesante y adecuada a lo sólido. Solicité probar varios vinos y se esforzaron por agradarme. La fiesta consistió en Fino en rama Arroyuelo (D.O. Jerez-Xéres-Sherry), Manzanilla Barbiana (D.O. Manzanilla-Sanlúcar de Barrameda), Javier Sanz VDulce de Invierno 2014 (D.O. Rueda), Ayala Brut Majeur (Champagne A.O.C.), Tardieu-Laurent Côtes du Rhône Les becs fins Blanc 2014 (Côtes du Rhône A.O.C.), Amontillado Fino Fossi (D.O. Jerez-Xéres-Sherry), Palo cortado Lagar Blanco (D.O. Montilla-Moriles), Barbeito Boal Reserva 5 años (D.O.P. Madeira). Apostaron por armonías valientes y por vinos poco habituales, lo aplaudo. Los disfruté todos.
Comí:
-Ceviche de ostra (con ponzu y rocoto, inconmensurable preparación)
-Albóndigas de pescado con quinoa y curry (sabrosas, muy buena salsa)
-Inchicapi (crema de cacahuete y maíz con un caldo de gallina, de esos platos que hablan de un territorio, en este caso de la selva amazónica peruana)
-Gyoza de rabo de toro (con mandarina y ají charapita, masa ligera que encierra un guiso espectacular, bocado de los que dejan huella, de lo mejor que he comido nunca)
-Anticucho de molleja de cordero sobre hoja de shiso en tempura (con salsa de choclo, tan curioso como adictivo)
-Carpaccio de carabinero con aguadito (y patitas de pulpo, maravillosos textura y sabor del marisco y genial aliño que agranda el conjunto, platazo)
-Tallarines de calamar con salsa de lomo saltado (muy agradable y equilibrado)
-Caballa en escabeche (con miel y aceituna de botijo, como un tiradito, de escándalo, mucho matiz dulce y ácido bien integrado)
-Gunkan de vieiras al ají amarillo (delicadísimo, para comer decenas)
-Nigiri de lubina con codorniz escabechada (sorprendente y acertada combinación)
-Nigiri de cobia (gran nivel de nuevo)
-Nigiri de pez mantequilla con adobo de anticucho (fantástico, técnica y criterio)
-Nigiri de toro con papada ibérica (inenarrable contundencia, quizá el mejor de esta fase aunque todo luce)
-Corvina con salsa tibia de ají amarillo (como un ceviche templado, con mejillones y choclo, óptimo punto de un fabuloso pescado, disfruté mucho)
-Cochinillo con salsa de lulo y cítricos (convincente, la frescura de los acompañamientos redondea el principal)
-Alegoría de la cerveza (complejo, sobresaliente el helado de ajo negro y algo menos atinado el resto)
Buen café para acabar.
El personal se mostró amable y capaz, fui atendido por dos grandes profesionales. Eso sí, vi más irregularidad de la que uno espera en un sitio como este.
El precio final se fue a los 100 € y lo veo bien.
Altísima calidad de la materia prima y preocupación por ofrecer productos peruanos, unidos al mimo y a la creatividad, ofrecen un resultado notable. Luis Arévalo ha conseguido uno de los menús más interesantes de Madrid con esas premisas.
Parece evidente que llegarán premios y se llenarán salas, hay medios para esos fines.
Estos platos transmiten, llegan. Perú, Japón y la identidad del chef y su equipo, lo demás es lo de menos.
El talento es el camino.
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